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lunes, 17 de septiembre de 2012

El último Cuica...


    «Hincado por el cansancio que da resistirse sin remedio ante la destemplanza del conquistador, yace el Cacique Pitijay en la laguna que le da vida al río Motatán.
        La curiara se balancea sobre el jadeo de su muerte.
       El sol refleja su quietud. Esa que luego en caída libre deja en el rumor de las piedras, un sinfín de historias; de llantos; de atavismos llenos de sufrimiento.
       El río, aún murmura su pesar; aquel que despedaza a los hombres en su afán aniquilador de la belleza que lo circunda en verdes afables. Él, aún sopesa su destino inamovible de unirse en un torrente amigable al lago de Maracaibo. La sangre de Pitijay, aún tiñe de impotencia su desembocadura.
        Los Cuicas recorrían los valles sembrando algodón y royendo la arcilla para sus utensilios de cerámica; en una tierra que aún llora su partida. Las montañas bañadas de agua clara, se adornaban de pequeños ramilletes blancos en época de cosecha. Los telares que por  el año de 1.570 tendían kilómetros de hilo, los convirtieron en blanco de su propia desaparición.
    Ella, fue sólo una consecuencia del tiempo y de la desdicha de ser aborígenes en momentos de inquisidora conquista.
     La majestuosidad de los ríos, de los valles y de las montañas atiborradas de paz multicolor, fue su principal desgracia. Hoy, es su mejor bienvenida... El Cóndor, aun surca los cielos...»
          ——Bueno niñas y niños, esta poesía que les acabo de leer, narra de manera inconclusa parte de la historia de éstas montañas y de nuestra gente, desde que los Españoles las pisaron para quedarse y arrasaron con nuestros indígenas.
         ——Pero Don Aurelio no sea malo, ¿por qué no sigue leyendo?... ¡Le quedan muchas hojas!... ¿Por qué no termina? ——Increpa Alejandro
          ——¡A pues mijo, deja el apuro!, mañana será otro día. Todos los días estoy aquí a la misma hora y con el mismo canto. ¡Tengo 15 años haciéndolo!... 15 años viniendo a esta Plaza Bolívar de Cuicas a echar cuentos. Ya son 15 los brincos que doy alrededor del sol desde que me quedé solo sin mi Manuela ——dice Don Aurelio con tristeza
         ——Por cierto, ¿sabían que Cuicas significa «hombres»? Pues sí... ¿Sabían que el nombre de este pueblo perdido en un rincón de nuestra amada Trujillo significa eso tan sencillo: «hombres»? Según nuestro historiador Américo Briceño Valero, eso era lo que respondían los indígenas cuando les preguntaban: «¿cómo se llaman a ustedes mismos?». Ellos respondían «hombres» en su lengua; al igual que en Wayuu: simplemente «hombres»...
           ——Pero que tonta respuesta Don Aurelio... ¿Esos señores Españoles no se daban cuenta que esa no era una respuesta? ——pregunto ingenuo José
            ——¿Pero qué tipo de conjetura es esa muchacho el’ carrizo? Esos señores no sabían hablar Cuica, ¿cómo los iban a entender? Por eso los maltrataron hasta que los desaparecieron. Nunca sabían si les hablaban o se burlaban de ellos. La poesía que les leí, además es la triste historia de un Cacique que murió solo... ¿Saben cómo murió el Cacique Pitijay?
            ——¿Piti qué? ——pregunta Amaranta
            ——Pitijay Amaranta.... Pitijay fue el último Cacique Cuica que luchó hasta morir por la libertad de su pueblo ante la barbarie conquistadora. Él muere en una canoa en el río Motatán. Dicen que luego de una batalla sangrienta, logró huir herido a la montaña. Allí, en la Laguna Los Guaches-Picacho, se sube a la canoa y se lanza río abajo buscando ayuda. Pero desapareció. Cuentan que el «Dios Cóndor» posó sus alas en la Canoa y se lo llevó desapareciendo en el firmamento.
            ——¿Y por qué dice el «Dios Cóndor» Don Aurelio? ——pregunta Amaranta
         ——¡Muchacha, tu si preguntas cosas complicadas!... ¿Dónde está la mamá de esta niña por favor? ——Pregunta bromeando levantándose de la silla——. Al Cóndor hace siglos se le creía un Dios. El Dios de las montañas. El Dios de las alturas. ¿Sabían que puede volar a diez mil pies de altura? Era tan alto su vuelo que creían que lo hacía para hablar con el Dios Ches... ¡Yo creo que era así!... Hoy ya no sabemos que hace allá arriba, si hablar con Dios o huir del hombre...
            ——¿Pero quién vio al Cóndor llevárselo? ——Increpa dudoso el niño Luís
          ——¡Aja muchacho!... ¡Deja la preguntadera!... Así pasó y punto... Los cuentos y mitos que les narro en esta plaza son parte de nuestra tradición y no se discuten, sólo debemos cuidarlos. Ellos son nuestra cultura; nuestra vida... Intentar saber el por qué al Cacique Pitijay se lo llevó el Cóndor a los cielos, es como intentar entender por qué al hombre le dio por pisar la luna en un cohete... ¡Yo no lo entiendo!... ¿Y ustedes?...
         ——¿Y cuándo murió el Cacique que hizo su familia y su gente? ¿Murieron también? ——pregunta Amaranta
         ——No mi amor, toda su familia y su gente siguieron viviendo y defendiéndose. Sintieron que la muerte de su Jefe en manos del «conquistador blanco» y su ascenso a los cielos en las garras del Cóndor, eran una señal de vida eterna... Ellos se mantuvieron unidos; se mantuvieron altivos. Llenos de esperanza y se entregaron a lo que sabían hacer: sembrar papas, yuca, algodón, tabaco y café para su consumo. Eran como esos señores de hoy en la NASA. Practicaban la «agricultura del regadío» ya que construían terrazas en las alturas de las montañas con estanques y canales para sacar más provecho del agua en épocas de sequía. También eran grandes alfareros y se sostuvieron sobre sus incesantes ganas de labrar la arcilla en utensilios y vasijas de calidad, que luego intercambiaban por otros productos con otras comunidades indígenas del centro del país en la primera experiencia real de «trueque comercial» con la cuenca del Río Orinoco y la costa del Caribe.
            ——¿Trueque Don Aurelio? ¿Qué es eso? ——preguntó Luís
            ——Sí Luisito, «trueque»... Por ejemplo: ¡Dame esa chupeta!
            ——¡Nooooo!, ¿por qué?
            ——¡Porque yo te voy a dar este chocolate!...
            La cara de Luís se iluminó. Tenía tiempo sin comer chocolate y no podía perder la oportunidad...
            ——¡Gracias Don Aurelio! ——expresó contento Luís
        ——¡No hay por qué Luís!... A eso me refiero con «trueque». Tú ofreces algo y otra persona o comunidad la acepta entregándote algo a cambio. Era maravilloso lo que lograban intercambiar para el bien de su gente. Creo que debemos ver más hacia atrás para aprender de ellos.
            ——¿Y qué «truecaban» Don Aurelio?...
           ——¡Intercambiaban Luís!... «Truecaban» no existe... Bueno, ¡eso creo!... Ellos hacían trueque con sus utensilios de barro y arcilla y algunos alimentos como la papa y la yuca. Ellos recibían metales fundidos que les servían para trabajar sus sembradíos, sistemas de riego y para elaborar armas para la caza y para su defensa.
            ——¡Don Aurelio, Don Aurelio, Don Aurelio!... ——interrumpe Luisa muy asustada
            ——¿Pero qué pasa Luisa? ¡Tranquila! ——tomándola por los brazos
         ——¡Me da mucho miedo eso del Cacique Piti y la trueca!... ¿Por qué mejor no me cuenta algo del Doctor José Gregorio?
          ——¡Ay hija mía!... Hablar del Doctor José Gregorio es más difícil que hablar de la desgracia de estos cinco siglos. ¡Mejor hablamos mañana!...