Rodolfo Santana (Q.E.P.D) , hizo tropezar su pluma en 1.990 con un ser
alado en su obra de teatro «Ángel perdido
en la ciudad hostil» ——que recién termino de leer——. En ella nos sumerge en
un drama que desespera. Y es que el teatro no sólo se ve, también se lee con
golpes de estómago y exasperación. Jaffael
era un espíritu celeste que caminaba por
las calles de la ciudad como cualquier ser humano, pero que, según Ámbar ——uno
de los personajes principales de la obra, y que poseía dotes en lo paranormal——:
«Es un aura benéfica que remueve el alma
de las personas»... Según ella, Jaffael se acercaba a un lado de los
corruptos de la ciudad y les hacía ver de manera espectral y espeluznante lo
que eran y lo que hacían. Les ponía enfrente una película en vivo de su maldad
y de su falta de escrúpulos. De la noche a la mañana, los suicidios de grandes
personajes del país: Ministros, diputados, comisarios y otros tantos, colmó de
histeria a una ciudad que, de por sí, ya era bastante hostil.
Carlos Herrera expresaría en el prólogo: «Jaffael es una metáfora de justicia que
afirma que aún la humanidad no ha perdido la mirada de Dios». En mi
opinión, Jaffael es una metáfora que
afirma que aún podemos tener conciencia. Y es que nuestra sociedad estuvo y está
raída de escrúpulos. Somos como un zoológico en donde un tigre va detrás de un
lagartijo. No importa si es sequía o estamos en abundancia. Queda la esperanza
de que esas garras ——tal vez ya desgastadas—— no alcancen la delgadez e
inocencia de su presa...
El Grupo Actoral 80 acaba de hacer un montaje
extraordinario de la obra «Profundo»
de José Ignacio Cabrujas. El teatro; siempre el teatro... No hay manera de escaparse
del teatro (y del cine). De su capacidad para tapujarnos realidades envueltas
en metáforas (algunas) y en directas verdades (otras)... Cabrujas nos restriega
en la cara lo que somos. Metaforiza en personajes que buscan un tesoro
escondido debajo de su casa, la
propensión a la riqueza fácil y la creencia de que lo divino siempre será un
camino a seguir «sin parpadear». Diría Cabrujas en una entrevista: «Es cuestión
de cavar hoyos y descubrir riqueza. El hueco petrolero sustituirá a la
imaginación del hueco donde había morocotas españolas. En lo profundo del hueco,
donde las esperanzas están cifradas, sólo aguarda una cloaca. El hedor
putrefacto invade la escena, haciendo casi imposible la permanencia en ella.
Sin embargo, los personajes terminan por acostumbrarse a la podredumbre, al
miasma: A todo se acostumbra uno. Ya ni mal huele, ¿verdad?»...
Y bien, así pasan y pasan los días; pasan y
pasan los años; pasan en lo absurdo y en lo espectacular... En las bufonadas ——bastante
«hediondas» por cierto—— en medio de lo que debería de representar el centro
del debate de las ideas del país: La Asamblea Nacional.... ¡Qué show!... Qué
bocanada de aire pestilente el que respiramos por televisión en días recientes...
Aún recuerdo los zarpazos afilados de ambos bandos que, embadurnados de cloaca
por doquier, quisieron asirse de la razón y de la inocencia... Son como niños
que, en medio del recreo le dan una patada a la pelota botándola a la calle y,
al llegar el profesor, señalan al perro del patio...
No somos perros de patio señores Diputados.
Somos personas. Somos Venezolanos que queremos verdades, justicia y un poquito
de sensatez en la discusión de las ideas y en el trato de todos. Ustedes, son
unos inescrupulosos que pretenden que nosotros nos volquemos en su defensa. ¿No
se dan cuenta que no se trata de estar con ustedes?... ¿Qué se trata de estar
con el país y con un mínimo equilibrio?... ¿Qué no importa el color que tienen
tapizados en el pantalón y en sus glúteos?... ¿Qué no somos «pendejos»?... No
creo que piensen que su vehemencia casi senil en cadena nacional, podemos
catalogarla de heroica... ¡Hay que investigar todo y a todos!... ¡Y punto!...
¿Cuál es el miedo?...
Hago votos porque un
ángel hostil y profundo, salga a pasear por nuestras calles...
A ver si se estremece
el país... Cuidado: ¡No pido suicidios!...
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